De Dios y la ciencia
Que dice Stephen Hawking que Dios no existe. Titular. Portada.
Reivindicación del ateísmo. Forofos a un lado. Indignados al otro. Sin
entrar en las razones de Hawking, cuya brillantez intelectual no se
cuestiona, creo que hay un punto en el que el ateísmo pide un salto al
vacío no menor que la fe. Y que lo de la ciencia y la religión no es tan
solo un debate (como plantean muchos), sino un diálogo. Que hay muchos
hombres y mujeres de ciencia que son creyentes. Que hay otros muchos que
no. Que el discurso que contrapone razones y creencia puede ser muy
simplista, si se reduce a afirmar que quien cree lo hace basándose
únicamente en intuiciones atávicas, en miedos milenarios y en los
residuos de una época precientífica, y quien no cree lo tiene muy
pensado. Me temo que de todo hay en todos los frentes, pensadores y
cencerros.
Muchos han querido matar a Dios. La primera oleada de ateos en nombre
de la ciencia –allá por el siglo XIX–fue mucho más interesante que esta
segunda, encabezada por Richard Dawkins (el de “Probablemente Dios no
existe, así que disfruta de la vida”), a quienes hace un par de años
John F. Haught dio un buen repaso en su libro “Dios y el nuevo ateísmo".
En todo caso, declaraciones como las de Hawking siempre son un
estímulo, una provocación y una pregunta. No para cerrarnos en banda,
cada quién con nuestras convicciones, sino para atrevernos a dudar. Y
desde ahí, nunca dejar de intentar seguir aprendiendo, hasta donde
podamos, sin desechar, sin más, las declaraciones que no nos gustan con
un manoteo displicente.
José Mª R. Olaizola sj